viernes, 17 de mayo de 2013

Innovación: El Sabor de la Singularidad

He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.               Antoine de Saint-Exupéry

El clavo y el cuadro

Un chamán, en presencia de su discípulo, toma un clavo, lo clava en la pared y cuelga un cuadro. Luego se dirige al pupilo y a modo de koan le pregunta: ¿Qué sostiene qué? ¿El clavo sostiene el cuadro o el cuadro sostiene al clavo?  
La repuesta parece obvia;  es el clavo que sujeta el cuadro. Por supuesto.  En lo real, en el mundo de la materia, el clavo sostiene el cuadro. En cambio, la respuesta pertinente  es… ambas: El clavo sostiene el cuadro  y ¡el cuadro sostiene el clavo! ya que  el clavo fue clavado en la pared porque alguien decidió colgar un cuadro. Por lo tanto el clavo es efecto y no causa de la acción de colgar el cuadro.
Cuando  la mirada que comprende, trasciende el  ojo que vé, el mundo psíquico se deduce  formado por una unidad  que superpone  lo  real (cuadro que cuelga del clavo), lo simbólico (clavo que “cuelga” del cuadro) y lo imaginario (los dos mundos que se unen especularmente en el chamán); tres registros que, tal y como explica Jaques Lacan, se hallan imbricados según la forma de nudo borromeo donde el desanudamiento de cualquiera de los tres ejes provoca el desanudamiento de los otros dos. (Fig.1)
Fig 1

El pensar velado

La historia del cuadro y del clavo nos aproxima al ámbito sutil del pensar: al pensar velado; la palabra que sale al mundo y se expresa tiene en su origen una cualidad del pensar. Lo real (palabra) está siempre atravesado por lo simbólico (significación subjetiva). Por lo tanto la realidad es, en primera instancia,  simbólica, porque hay un sustrato que la determina. En un ejemplo, una persona prefiere comer pescado todos los días porque eso le recuerda al amor y sensación de protección que tenía cuando era niño. Lo simbólico obliga la dirección de nuestro pensamiento (consciente/inconsciente) y por lo tanto de nuestro hacer.
Jose Luis Sampedro lo constataba así en una de sus últimas entrevistas: “El hombre no necesita libertad de expresión, sino libertad de pensamiento”. El hombre ha permitido –por supuesto inconscientemente-,  el secuestro de su pensamiento propio y, obviamente, sin libertad de pensamiento no hay un libre hacer sino tan sólo una suerte de ilusión de libre actuar. Para que haya libertad de hacer, primero se requiere libertad de pensar.
Imagínese por un momento sentado en un café cualquiera  escuchando la conversación de la mesa contigua y en esas fracciones de la tertulia  que va percibiendo observa con oído atento como queda desdibujado  el espacio personal porque no habla el individuo, sino “hablan” las opiniones de su partido político, o los  titulares de los diarios, o construcciones y cliches culturales, ... Parece por tanto, que,  en una mirada más sutil, más allá del “mundo material” de la expresión, hubiera dos niveles del pensar: el pensar social y el pensar individual.
Emmanuel Levinas y Rudolph Steiner hablan de la destrucción de la individualidad cuando aquella no encuentra un espacio de expresión del pensar propio. Ese espacio se abre al reservar un ambito de intimidad que permite  desplegar el propio discernimiento. Para acceder a ese pensar personal es imprescindible separarse en algunos momentos de lo social; es forzoso encontrar un espacio en el cual me concentro plenamente  en mi interior, en palabras de  Levinas, un espacio “antisocial” – (“antisocial”  no como categoría moral, sino como gesto anímico de interiorización). Por lo tanto, para que el individuo  pueda encontrar sus propios pensamientos, y pueda construir su propia individualidad que le llevará a un hacer propio,  tiene que, forzosamente,  retirarse puntualmente  del discurso colectivo.

Escucha permanente

Lo interesante de este planteamiento es que este espacio individual se destruye si mantenemos a los individuos en la escucha permanente: si obligamos a alguien a una escucha continua destruimos su libertad porque libertad en su sentido más radical significa “hago lo mío” y no puedo “hacer lo mío” si no “pienso lo mío”.
Así opera la propaganda de los regímenes totalitarios;  se crea un ambiente que obliga a una escucha constante de la ideología oportuna –con impactos visible en las calles, o con música continua (radios que no se podían apagar, etc.)- y, así, imposibilita ese espacio del pensar propio. Con impactos continuos de impresiones, por  un lado y,  por otro, ocultando micrófonos en las casas para evitar cualquier espacio de expresión propia,  poco a poco esas fuerzas de manifestación de la propia identidad se van arrinconando para provocar su extinción. Cuando no hay espacio para el pensar propio, no hay individuación.
Esta operativa de los regímenes totalitarios ha sido superada completamente por la sociedad de consumo, donde, en el exterior,  la población permanece  continuamente impactada por impresiones publicitarias, noticias, etc…, y en el interior sometida a la dictadura de la televisión. (Noticia del 1.4.2013 Europa Press: El consumo de televisión alcanza un nuevo récord: Los españoles se sientan frente al televisor una media de 4 horas y 22 minutos al día!!!).
 Ver la televisión no requiere una gran activación y así, conectados a una información que consumimos pasivamente, al poco tiempo tampoco recordamos lo visto – ante todo programas de escasa profundidad y valor- a la vez que genera una falsa saturación que alimenta nuestra adicción al medio. (Fast food for the mind – síndrome de la comida rápida: estoy saciado pero sigo hambriento).

La consciencia dormida

¿Hoy en día de cuánto espacio disponemos para pensar lo propio? ¿Cuánto tiempo empleamos para consumir información y cuánto para pensar lo nuestro? ¿Cuánto tiempo disponemos para meditar (=ir al medio) y viajar hacia nuestro centro? ¿Cuánto espacio ofrecen las organizaciones para el despliegue del pensar propio?  
Si no hay espacio propio, la individualidad se disuelve porque la consciencia no permanece en nosotros. Estamos más en el otro que en nosotros mismos. Ser social significa, en cierto modo, dormirse un poco en la consciencia del otro. Dejamos de pensar lo nuestro  y  desplazamos nuestra consciencia para entrar en la consciencia del otro.

El valor de la singularidad

Para atravesar los grandes retos de nuestro mundo actual, las empresas tratan de superar los viejos paradigmas y encontrar “lo nuevo”: innovar. Según Theodor Levitt, creatividad significa pensar cosas nuevas e innovación significa hacer cosas nuevas. Y esta innovación tiene tanto más valor cuanta mayor singularidad contenga: evidentemente el IPAD MINI tiene menos “carga innovadora” y por lo tanto menos valor que el primer IPAD  que Apple lanzó al mercado. En niveles agregados las empresas buscan “océanos azules”, metáfora que describe la necesidad de abandonar la lucha por arrebatar cuotas de mercado  a los competidores y, en cambio, centrarse en   encontrar nuevos espacios de negocio a través de la innovación y los ajustes de las curvas de valor de los negocios.
Para fomentar el “descubrir lo nuevo”,  las empresas y especialmente los líderes organizativos deberían nutrir adecuadamente los espacios en las organizaciones para provocar la singularidad. Tanto es así que Google y la NASA lanzaron en 2009 la Universidad de la Singularidad (www.singularity-university.org) en Silicon Valley, lugar que, en palabras de uno de sus fundadores Ray Kurzweil, estará preparado para acoger a los líderes que crearán un creativo y único mundo del futuro.
Ahora bien, la creatividad, la antesala de la innovación, requiere un pensamiento libre que no haya sido secuestrado por el hábito cultural y organizativo, tal y como he descrito a lo largo del artículo. Así, las organizaciones debieran crear un “entorno de mestizaje” con libertad de pensamiento integrado por personas singulares y cualificadas, con capacidades de desestructuración pero lógicas, osadas pero sensatas, creativas pero realistas, y con un nivel incondicional para aceptar la mirada innovadora del otro (!!!!)…de esta manera se crean nuevos puentes entre mundos diversos que permiten desplegar emergentes con alto valor de innovación.  Como dirían los creadores de Lego Serious Play, hay que crear un espacio dónde los empleados "construyen, conviven, convencen, comparten…y se divierten”.
Hay que empezar a comprender algo tan obvio como que el mundo denso proviene de lo sutil para entender la génesis de la innovación –espacio donde se correlacionan el mundo de las posibilidades y las emociones elevadas- (Fig2), y los líderes del futuro deben empezar a comprender en profundidad los entresijos de la psicología del ser humano para apoyar la liberación de los tejidos de la creatividad.
(Fig 2)
En cierto modo, estos nuevos líderes deben reconocer las perspectivas del “múltiple  fondo” del mundo (real-simbólico-imaginario) donde, por ejemplo,  los productos y servicios del mercado no son sino estrategias para satisfacer necesidades humanas, o comprender que las empresas son sistemas complejos que entraman su actividad en un mundo global e  interrelacionado cuyo intercambio genera emergentes que denotan fugas o ganancias, o deducir la existencia de fractales que ordenan un caos aparente y cuya identificación y ajuste permite dibujar un nuevo fluir empresarial, etc…en definitiva, llegar a leer el reverso del mundo dónde  “el clavo cuelga del cuadro”.
La innovación ocupa el ámbito de lo sutil, situándonos más cerca del modelo cuántico que del newtoniano,  y, por tanto, ya no necesitamos en las compañías tantas funciones ordenadoras -ni gestores, ni guías-,  sino líderes de apoyo (supportive leadership) que faciliten la liberación de los velos que atan las mentes del empleado y permitan desplegar su creatividad. Las compañías que sigan empeñadas en buscar la innovación en el mundo denso fomentando estructuras organizativas “newtonianas” tenderán a desaparecer porque no desarrollarán las capacidades para encontrar lo nuevo; la verdadera competencia ya no se da en las industrias tradicionales de escala intensiva, sino en industrias no tradicionales de imaginación intensiva; la prueba está en el paradigma Google…
Para concluir,  se necesitan líderes que, emulando a  Sócrates,  sepan situarse junto con los empleados a modo de  “solo sé que no se nada”. Esto es saber del saber. Esto es creación de puro espacio de vida, veneración y respeto. Pura consciencia de maestro de maestros. Puro permiso para ser y desplegar la Singularidad.

 


domingo, 31 de marzo de 2013

El Otro Camino

El inicio es la mitad de todo
Pitágoras

El Mito de la Caverna


En el interior de una caverna se encuentran, desde su nacimiento, unos prisioneros encadenados de cuello y piernas y que sólo pueden mirar hacia la pared del fondo de su morada; detrás de ellos una hoguera, y entre ésta y aquellos personajes, un camino escarpado, a lo largo del cual se yergue un muro de cierta altura. Por el camino pasan unos hombres con toda clase de objetos que asoman por encima de la tapia y cuyas sombras son proyectadas al fondo de la caverna gracias a la luz que refleja la fogata. Aquellas sombras proyectadas son lo único que han visto los prisioneros a lo largo de toda su vida.

En cierta ocasión uno de los prisioneros se libera de sus cadenas y sale de la caverna a la luz del día, descubriendo por primera vez el mundo tal y como es. Deslumbrado por tanta claridad, inicialmente no llega a distinguir lo verdadero de lo que creía verdadero. Pero atravesando su ceguera mediante el uso de la razón, logra, finalmente, atravesar el velo del sueño y discernir el correlato entre sombra y su correspondiente objeto origen de la proyección; comienza a discernir entre la idea del mundo que ha ido configurando a lo largo de su vida y “el mundo que realmente es”. Por primera vez el hombre, objetivando el mundo mediante la razón,  trasciende su propia subjetividad, convirtiéndose, literalmente,  en sujeto. (Solo es libre quien es capaz de erguirse como sujeto).
Feliz con su hallazgo, el prisionero liberado vuelve al encuentro de sus antiguos compañeros para anunciarles que la realidad, el mundo real, está en el exterior, fuera de la caverna, y lo que ven no son sino sombras proyectadas. Ante tal relato aquellos reaccionan burlándose; piensan que la luz del día le ha cegado y por eso sufre tales delirios. Empeñado en mostrar el equívoco de aquellos, el hombre liberado trata de despojar a los prisioneros de sus cadenas para que el encuentro con la experiencia directa muestre su error; pero aquellos se resisten, negándose ferozmente a salir de la caverna e incluso, ante su insistencia, amenazan con matarle.

La construcción de la caverna

Vivimos una media de 80 años. Entre los cero y los siete años construimos nuestra propia caverna, nuestra cárcel, en cuyo fondo proyectamos nuestra idea del mundo. Es la cárcel del YO -  ego, carácter, personalidad- y que constituye el origen de nuestros límites y limitaciones…origen de todo nuestro sufrimiento. A lo largo de la vida vamos desarrollando y fijando hábitos a partir de aquellas creencias y emociones originarias - hábitos mentales, hábitos emocionales, hábitos corporales- hasta acabar “habitando esos hábitos”….hasta acabar habitando nuestra particular celda. Un hábito, en cierto sentido, es “simplemente” una adicción (reacción bioquímica del cuerpo), puesto que es “algo que no podemos dejar de hacer”.

Nuestra caverna se va conformando creando patrones neuronales que organizan nuestra memoria con el fin de  reaccionar rápida y automáticamente a los acontecimientos del entorno:
Todas nuestras experiencias con personas, objetos y lugares quedan impresas en nuestras redes neuronales, conformando “clusters” de impresiones, que constituyen nuestra mente. Luego entonces, día tras día, viendo las mismas personas, haciendo lo mismo de siempre, yendo a los mismos lugares, contemplando los mismos entornos y objetos,… los recuerdos memorizados disparan los mismos circuitos de respuesta ante el encuentro con lo familiar; reaccionamos, por lo tanto, con nuestros recuerdos, con nuestro pasado y, así, repetimos compulsivamente, una y otra vez, la misma realidad. Nos instalamos una y otra vez en nuestro pasado. El entorno activa nuestro pensamiento y lo externo se introyecta y mueve, así, lo interno; el hombre, (tele)dirigido por estímulos externos,  se transforma en autómata y el mundo se convierte en su caverna.

Es absolutamente necesario remarcar en este punto que un niño, especialmente en el primer septenio, desarrolle hábitos y ritmos vitales sanos, porque forjan su voluntad y sientan las bases de su futura identidad. En cambio, es el adulto quien debe liberarse de viejos hábitos y crear renovados contextos vitales.       

La ceguera


Los prisioneros en la caverna de Platón permanecen en ella porque no quieren morir a su instalada visión del mundo, no quieren morir a la repetición compulsiva (repetición tanática) en  sus vidas, no quieren, en definitiva, atravesar el límite del YO, extinguiendo su existencia entre los bastidores de sus sombras. Evitando morir, mueren, porque perecen a algo más trascendental: mueren a “quienes son”. Y no lo saben. Esta es su ceguera… porque evitar morir es morir, pero de “otra forma”. Al puro estilo de Edipo, quién, para evitar su destino huye para encontrarse con él: mata a su padre y se casa con su madre; o el mercader de Bagdad quien huye de la muerte para, en su movimiento a Samarra, correr directamente a sus brazos; o el rey que encierra a su hijo en un torreón para evitar que sea devorado por un tigre y lo lleva, consecuentemente, a una muerte, aunque distinta a la imaginada.

El otro camino

La caverna, la ceguera, el engaño, el aparente capricho del destino… son los pilares del devenir humano, los pilares del destino del YO.
Nuestro devenir está condicionado por quienes somos y, por tanto, nuestro destino depende del origen: “¿Quién mueve tu lengua cuando hablas?” preguntaba recurrentemente Buda al unirse un nuevo discípulo;  “Ojalá llegues a ser quien eres”, recordaba Píndaro, y el Tao Te King concluye “sabio es quien se conoce a sí mismo y poderoso quien se vence a sí mismo”. Todos ellos refieren a lo mismo: hay un YO, un alter ego que se va instalando en nosotros y usurpa nuestra identidad conduciéndonos por caminos alternativos.
Nuestra tarea como adultos,  si queremos “tomar” plenamente nuestra vida, consiste en atravesar nuestras “adicciones”, nuestros hábitos, y, ante todo, el mayor de todos ellos, el hábito/adicción a ser uno mismo; tomar el otro camino en vez del camino del otro. Y para ello hay que atravesar el círculo de baba del YO. Esta es nuestra gran tarea de vida; vencer al dragón como lo venció San Jorge, vencer al minotauro como lo hizo Teseo; derrocar límites y  ataduras traspasando los miedos para conquistar “el alma”.

La Salida

Cambiar significa atravesar los límites del YO; responder más allá de las condiciones del entono, del cuerpo (de los condicionamientos bioquímicos que se instalan en el cuerpo –los hábitos-adicciones) y del tiempo. Más allá del tiempo, en este contexto, significa apropiarse del lapso que transcurre entre estímulo y respuesta…y “adueñarse” de la réplica para dirigir conscientemente la respuesta.
De esta manera atravesamos los hábitos instalados, nuestros reflejos automáticos, y construimos una nueva mente. Y, así,  dando una respuesta interna diferente, transformamos nuestra vida.
Por ello, al inicio de este viaje, incluso antes que la voluntad –para muchos la última guarida de la libertad del hombre-,  está la atención.  La atención es previa a todo movimiento. La atención permite iniciar o parar un movimiento. Neurológicamente se sabe que el lóbulo frontal es el director de nuestro pensamiento - ocupa el 40% de nuestro cerebro- y determina nuestro comportamiento. Es el que dirige nuestra  intención, nuestro propósito y se desarrolla a través del ejercicio de la atención. Cuando enfocamos en algo, ponemos luz, dirigimos la atención; en la tradición oriental, la atención constituye el eje central de las técnicas de meditación, vía para el desarrollo de la consciencia, antesala de la iluminación. (Se ha demostrado que las técnicas de meditación desarrollan, precisamente, el lóbulo frontal).
La atención es, en definitiva,  la puerta de entrada para el desarrollo de la voluntad que permite traspasar los hábitos -vencer al hombre automático, al YO- y, así,  salir a la luz del día del fondo de nuestra caverna.
Goethe y más adelante Rudolph Steiner en su pedagogía,  hacen referencia a la necesidad de desarrollar las fuerzas de la atención, especialmente en los niños.  Steiner describe como estas fuerzas son las que permiten dirigir la voluntad en función de nuestros estímulos internos y no ser, permanentemente,  secuestrados por estímulos exteriores. Por lo tanto son estas fuerzas que permiten sentar las bases de la libertad auténtica, de la identidad libre. Y tal fue su significado para Goethe, cuyas palabras antes de morir fueron: “Luz, más Luz”… atención, más atención… el inicio para la conquista del hombre libre.





Sócrates y La Ventana de Johari

Vi al ángel en el mármol y tallé hasta que lo dejé en libertad (Miguel Angel Buonarroti)                                                                                                                                                 

Sócrates

"Cambiaría toda la tecnología del mundo por una tarde con Sócrates". El autor de esta peculiar propuesta: Steve Jobs. El rey de la tecnología dispuesto a canjear la sustancia que edificó su imperio por una tarde con el mayor filósofo de todos los tiempos.
¿Qué Grial esperaba hallar Steve Jobs en su encuentro con Sócrates? 
Tal vez, la respuesta pertenezca a los confines de otra de sus populares afirmaciones: “Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto. No quedes atrapado en el dogma, que es vivir como otros piensan que deberías vivir. No dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior".
Lo que propiamente constituye la enseñanza socrática es el aprendizaje de un método para hallar la verdad, aquella que es universal, en tanto que obedece al encuentro con el “sentido de la Verdad” y cuya expresión singular contiene, inevitablemente,  notaciones propias a cada sujeto. Sócrates seguía la máxima "conócete a ti mismo" inscrita en el frontón del templo de Delfos, actuando a través de la mayéutica, arte de llevar a sus interlocutores a dar por si mismos con su propia verdad. Por lo tanto,  en sus dialécticas, más que transmitir su parecer, instaba a sus discípulos a indagar por sí mismos y que, con sus propias reflexiones, disquisiciones y conclusiones, aprendieran a encontrar -a través de la investigación, discernimiento, lógica y contra-lógica-, la fuente de su propia Verdad…
El viaje que, en el fondo, propone Sócrates, es el viaje de la autodeterminación y emancipación radical del hombre; aquel capaz de engendrar un pensamiento libre y en férrea determinación para no abandonar el sendero propio…como decía Jobs “…no dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior”.

Steve Jobs

Jobs fue un buscador. Un buscador cuyo camino fue la tecnología entrelazada con la perseverante obsesión por desvelar lo inefable: los deseos ocultos de los consumidores  (“los clientes no saben lo que quieren hasta que se lo enseñas”); revelando a modo de mago iniciático el germen de la creación de nuevos mercados y cuya razón radica en los lugares más recónditos de la mente inconsciente. Mientras otros buscan clientes, Jobs busca deseos; infalible cantera de los “océanos azules”.
 Steve Jobs, inmerso en ese permanente afán de búsqueda profunda, en ese viaje interior, en esa voluntad iniciática de “conocer el nombre de Dios”, señala a Sócrates quien, de facto, con su “tecnología”, logra revelar el “saber no sabido” de sus conciudadanos: aquello que yace en el fondo oscuro del inconsciente, y quiere ser despertado y nombrado para que pueda ver la luz y formar parte activa del mundo consciente. Tal y como expresaba C.G. Jung, “todo lo que permanece en el inconsciente deviene en destino”, limitando, así, el marco del libre albedrío del hombre. En este sentido Jobs y Sócrates son almas gemelas que andan caminos equivalentes: la voluntad de revelar lo oculto y liberar nuevas capacidades.

Innovación 

Hoy en día muchas empresas han comprendido que la supervivencia, el liderazgo y la rentabilidad están muy vinculados a la capacidad de innovación real. Los empresarios, más que nunca, desean conocer ese “nombre de Dios”, la fórmula alquímica generadora de innovaciones disruptivas, capaz de crear océanos azules y abrir brecha en nueva y fértil tierra mercantil. Hay quien sigue buscando en lugares cuyos límites se agotaron hace tiempo…mientras otros se dan cuenta que han cambiado paradigmas y se requieren nuevas preguntas; se dan cuenta que la cadena de valor de Porter ha caducado y ahora, con un mercado con nuevos comportamientos emergentes, tecnologías emergentes y modelos de negocio emergentes, un espacio mercantil virgen espera y late en potencia esperando a ser des-cubierto y conquistado.
El gran reto de las compañías consiste en captar los puntos ciegos e inconscientes de los mercados, a modo que hizo Jobs, derribando paradigmas y reestructurando el mundo y la forma en que consumimos información y contenidos digitales, gracias a dispositivos como el iPod, el iPhone, y el iPad. Específicamente, con el lanzamiento del iPod y con la creación de la tienda digital iTunes, Apple logró revolucionar y orientar toda la industria musical, inestable desde las turbulencias generadas por Napster.
La Ventana de Johari, poderosa herramienta utilizada en el ámbito de la psicología clínica, ilustra y amplifica con claridad este contexto. 

Ventana de Johari

La Ventana Johari es una matriz de autoconocimiento cuyas áreas son resultado de combinaciones entre cuatro variables principales: dos primarias e invariables - el YO y LOS OTROS - y distintas intensidades de un continuo cuyos extremos son el SABER y el NO SABER. Se logra un sinnúmero de combinaciones por la flexibilidad de los dos ejes de la Ventana (el vertical y el horizontal) que permite crear áreas (ventanas) de diferentes formas y tamaños.
Los ejes dos ejes de la ventana (horizontal y vertical), en la medida que se desplazan, ajustándose a cada contexto, reflejan particulares situaciones de autoconocimiento y muestran el espacio y potencial de crecimiento, permitiendo tomar conciencia, desarrollar aspectos específicos y ejecutar los cambios necesarios posteriores para un avance y equilibrio personal. Por otro lado, Johari, implícitamente, muestra que nuestro crecimiento requiere la interacción con “otros(s)”. (Es imposible crecer en una situación de soledad permanente).
Área pública o libre: (yo sé - los otros saben) área de libre conciencia y voluntaria interacción y comunicación                                                                                                                                                            Área ciega:  (yo no sé - los otros saben) área eventualmente intuida pero no completamente consciente y que es involuntariamente compartida con los demás. El otro ve lo que yo no veo.  Área oculta o secreta: (yo sé - los otros no saben) área conscientemente cerrada a los demás.   Área inconsciente o desconocida: (yo no sé - los otros no saben) área desconocida y/o no percibida por uno mismo y los demás
(Fig 1)
(Fig 1)

Si este diagrama lo enmarcamos en el contexto empresarial, los espacios de innovación estarían ubicados en el área ciega y, ante todo, en el área desconocida/inconsciente. Cada mercado, cada empresa y cada situación presentarán diferentes “tamaños” de las ventanas; distinta amplitud en su disposición para absorber capacidad innovadora.
El área desconocida/inconsciente contiene “el saber no sabido” de los mercados; contiene la innovación disruptiva que late en potencia en el fondo de los mercados. Ahora, las empresas, a través de metodologías determinadas, tienen la posibilidad de aplicar “tecnología Socrática” a la “ventana del Inconsciente”, para que, a través de esa “mayéutica”, se pueda liberar la expresión de “lo nuevo”.

Viaje

La actividad y la vida de Sócrates se desarrollaba en la plaza pública…hoy la innovación hay que trasladarla a esa “plaza pública”, atravesando reinos de taifas estancos, para crear una empresa abierta en su interior con definitiva capacidad innovadora.
Steve Jobs fomentó la diversidad, democratizó la innovación en su compañía –mestizaje, mezcla y experimentación-, porque sabía que la variedad y heterogeneidad atrae y crea nuevos colores para dibujar un nuevo mundo. Facilitó y colocó en el centro, al igual que otras empresas como Google o IDEO, el pulso innovador al servicio del proyecto empresarial, al servicio del bien común, atravesando estructuras de empresa tradicionales. 
La innovación es proceso, creación…es devenir… es viaje que jamás concluye si se decide permanecer en él… pasa por el medio de la vida, atravesando, literalmente, el límite de la sustantivación del pensamiento categórico que tanto ha marcado nuestra educación y que permanece enquistado en un mundo estático de ideas, categorías y resultados como máxima aspiración…ir y volver, inocente, vacío de saber -como repetía Sócrates-, poniendo la atención al servicio de la observación –como señalaba Goethe-…. para llegar, finalmente, al puerto  de la creación: “quiero poner un “ding” en el universo”, en expresión de Jobs.

Epílogo

Queda, finalmente, despejar la cuestión inicial: La propuesta de Jobs para reunirse con Sócrates a cambio de “toda la tecnología del mundo”.
Steve Jobs decía, "Yo pienso que si tú haces algo y resulta bastante bueno, entonces deberías de hacer algo más grandioso, no pienses en ello por mucho tiempo. Sólo imagina qué es lo que viene". Esta es la cuestión central:
¿Qué es “lo que viene” después de haber sido incuestionable visionario que supo atravesar paradigmas y revolucionar la forma de entender la tecnología y nuestra relación con ella? 
Quizás lo que tocaba ahora en el mundo de Jobs estaba más allá de la tecnología. Llega un momento en  la vida en que reconocemos el patrón de nuestra voluntad manifestada en nuestras acciones; en la huella de ese proceso queda impresa la metáfora de nuestra búsqueda personal. Hasta ese momento Jobs había puesto toda su voluntad en abrir las “ventanas ocultas” del mercado…quizás ahora tocaba verse a sí mismo con mayor profundidad, encontrar sus propios espacios ciegos e inconscientes hacia el encuentro de su propio sentido de vida. Y para ello, para ampliar su propia consciencia, tal y como se deriva de Johari, se requiere la ayuda de “otro”, de un maestro que sepa mantenerse al margen, al estilo de Sócrates, quien es capaz, con la guía de su mayéutica, hacer que emerja la Propia Verdad.